Los ateos: La palabra "ateo" se deriva del
griego "teísmo", que es creencia en un dios o en varios, y
"a", que significa "sin". Así, los ateos son personas que
carecen de una creencia en un dios o en varios y fue empleado de forma
peyorativa para referirse a quienes rechazaban a los dioses adorados por su
sociedad. Con el surgimiento y la difusión del libre pensamiento, el
escepticismo científico y el subsecuente incremento de la crítica de la
religión, disminuyó el alcance del término. Las primeras personas en
identificarse a sí mismas con la palabra «ateo» vivieron en el siglo XVIII.
El Nuevo ateísmo es
un movimiento de algunos escritores ateos anglosajones de principios del siglo
XXI que propugnan que «la religión no debería simplemente tolerarse, sino que
debe ser contrarrestada, criticada y expuesta a la argumentación racional
dondequiera que se manifieste su influencia».
Los agnósticos: consideran cuestionables
la existencia y evidencia de un Dios como entidad suprema. No suponen hablar de
ninguna entidad como absoluta por no poder ser demostrada. Suponen ciertos
conocimientos por considerar que el ser humano no va más allá de su propia
existencia. Alegan que para saber si una verdad es absoluta se debería conocer la
eternidad de posibilidades y no sería posible ya que el cerebro humano posee
límites.
Los escépticos:
esta palabra se aplica a la persona que duda o desconfía de la verdad o
eficacia de una cosa. El Escepticismo Filosófico es una actitud crítica que
cuestiona sistemáticamente la idea de que el conocimiento y certidumbre
absolutos son posibles, ya sea en campos particulares o generales. Los
escépticos filosóficos pueden ser crédulos.
Los escépticos
ordinarios no son crédulos o ingenuos, no toman las cosas como verdaderas sin
más, primero deben ver la evidencia para creer. La mayor parte de lo que
sabemos acerca del Escepticismo Filosófico en la antigüedad viene de Sexto
Empírico, quien vivió alrededor del año 200 y que creía, entre otras cosas, que
algunos animales se originaban del fuego, vino fermentado, fango, limo, burros,
repollos, fruta y animales putrefactos.